Un vistazo al pasado a través de una inscripción romana oculta durante siglos en la Torre Almedina de Martos

Desde el pasado mes de diciembre la provincia de Málaga cuenta con otro yacimiento romano a disposición de vecinos y visitantes. Nos referimos a la Villa Romana Antiopa localizada en Torre de Benagalbón, localidad perteneciente al Rincón de la Victoria. Es una auténtica superviviente de la euforia urbanística que sufre la costa malacitana y ello se debe en buena parte a una gestión que consideramos ejemplar. Sus restos conviven en perfecta armonía con una construcción contemporánea, en un “matrimonio” idílico entre los intereses urbanísticos y los patrimoniales, una cuestión inconcebible para muchos.
Considerada como una de las villas marítimas mejor conservadas de Andalucía, fue declarada como Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 2008. En este recinto museográfico encontramos una buena parte del edificio principal de un gran complejo arquitectónico construido a finales del siglo III d.C., principios del IV d.C., donde se conservan un buen número de mosaicos y piezas arqueológicas descubiertas en el transcurso de las excavaciones realizadas.
El nombre elegido -muy evocador- deriva de la icónica imagen contenida en uno de los grandes mosaicos que dan la bienvenida al visitante y que representa a dos míticos personajes. Zeus en forma de sátiro (Satyr) seduce a la joven Antíope que sostiene en su mano izquierda el tympanon, uniéndose en una danza nupcial.
La existencia de restos arqueológicos en el entorno era conocida desde las primeras prospecciones realizadas en 1986-1988, en las que se documentaron distintas cerámicas de origen fenicio y romano. Además, próximas a la villa, se hallaron unas termas romanas -actualmente ocultas- que aunque en su origen estaban asociadas a otro edificio ubicado en la cima de una loma, posteriormente pasaron a formar parte del complejo de Antiopa.
Gracias a la continua vigilancia realizada por el arqueólogo rinconero Juan Bautista Salado durante los primeros movimientos de tierra llevados a cabo en el solar -consciente de la posible existencia de material arqueológico-, en el año 2003 alerta al ayuntamiento de la presencia de restos de origen romano en este solar, iniciándose así el camino hacia la conservación de este maravilloso enclave. Si bien el recorrido ha sido excesivamente largo y marcado en ocasiones por la dejadez o el abandono, finalmente culmina con un proyecto con cargo al 1,5 % cultural en el año 2018, haciendo que Villa Antiopa resurja de sus cenizas en todo su esplendor.
En este proceso el diálogo ha sido una clave esencial, pero también el interés y la apuesta de todas las administraciones en conservar este importante trozo de historia. El ayuntamiento permitió a la promotora añadir una planta más al edificio proyectado y le ofreció una parcela en otro lugar del municipio como compensación por la cesión del bajo ocupado en su totalidad por los restos de la villa romana.
Uno de los aspectos que más llamó nuestra atención y por el cual consideramos a este enclave ejemplarizante en la puesta en valor del patrimonio arqueológico, fue encontrarnos un edificio de tipo residencial cuyos bajos estaban ocupados en su totalidad por esta villa romana.
Frente a nuestros ojos se abren unos 1200 metros cuadrados excavados en un espacio de techos altos, diáfano y con una pasarela acristalada por la que recorrer todo el recinto. Sin lugar a dudas nos encontramos ante una de las mejores villas romanas conservadas en Andalucía y de la que saldremos con toda la información necesaria para comprender el modo de vida de sus antiguos propietarios, que a través de paneles, material videográfico, espacios expositivos e incluso mediante olores, nos acercarán a un mundo desconocido para muchos.
La región excavada coincide con el área septentrional de la pars urbana de la villa, articulada por un eje longitudinal que discurre de este a oeste a modo de gran pasillo central que da paso a las diversas estancias y espacios que la conforman. Resalta la uniformidad en la composición de los mosaicos y la paleta de colores, muy similar en la mayoría de ellos. Trece son los mosaicos que decoran esta construcción, presentes en buena parte del conjunto y que adornan dormitorios, el oecus, el tablinum, el triclinium o la habitación del uillicus, siendo en su mayoría de tipo geométrico a excepción del presente en el gran dormitorio principal -lugar de inicio de la visita- que es figurativo y contiene la imagen que da nombre a la villa.
La posición geográfica y estratégica de este lugar ha propiciado la ocupación y utilización de sus recursos durante siglos. Los primeros pobladores de este enclave conocido como La Loma de Benagalbón fueron los fenicios en torno al siglo VII a.C. En el siglo I a.C. los romanos continuaron ocupando este territorio, construyendo una posible villa en la cima de la loma en torno al siglo I-II d.C. a la que irían asociados los baños de la parte más llana. Como dijimos anteriormente el conjunto que hoy contemplamos fue construido a finales del siglo III d.C. principios del IV d.C., en una época de bonanza económica y transformaciones que quedan reflejadas en los materiales utilizados y el lujo que llegan a ostentar este tipo de residencias. Durante estos años los baños son reformados para el disfrute de los propietarios y se construye una factoría de salazones.
Pero no todos los propietarios que pasaron con posterioridad por este conjunto tuvieron el mismo poder adquisitivo ni dieron el mismo valor a la construcción originaria. En muchos de los mosaicos se pueden observar diversas reparaciones realizadas con opus signinum que eliminaron cualquier rastro de las diminutas teselas que formaban estos pavimentos.
Como ocurre en un gran número de villas distribuidas a lo largo y ancho del territorio, a mediados del siglo V d.C. deja de tener su uso primigenio para convertirse en un almacén o corral, con una modificación sustancial de sus estructuras y el relleno de diversas estancias con material de depósito. El abandono de la villa hará que durante siglos se vayan depositando sobre ella diversas capas de sedimentos que convertirán a esta tierra en cultivable, teniendo constancia del uso agrícola de esta zona en época nazarí.
Hablar de Villa Antiopa es hacerlo de un ejemplo que demuestra que existen otras formas de gestionar el patrimonio sin que se vean afectados -en cierta forma- los intereses urbanísticos de promotores y administraciones.
La convivencia de la arqueología y el desarrollo urbano se mueven en un continuo mar de aguas bravas en el que es difícil encontrar el equilibrio, pero cuyo entendimiento debe ser un objetivo. Se debe perseguir un modelo urbano sostenible e integrador con el que no se pierdan los valores propios de cada territorio y la conservación de los mismos. Sin embargo los recursos económicos destinados a ello son escasos y difieren mucho en función de la provincia o la comunidad en la que te halles.
Recientemente se han vivido situaciones -como la de Martos (Jaén)- que distan mucho de la ansiada sostenibilidad y que están muy alejadas de las recomendaciones internacionales en materia de conservación de patrimonio, pero que han contado con el beneplácito de las distintas administraciones e incluso asociaciones que dicen velar por ese equilibrio.
El uso político de la Cultura se ha convertido en un hándicap que dificulta la toma de decisiones acorde a las distintas situaciones y dentro de los estándares recomendables en materia patrimonial, provocando la pérdida irremediable de los valores que deben constituir una sociedad del siglo XXI.
Para terminar con esta entrada nos quedamos con la frase que el alcalde del Rincón de la Victoria, Francisco Salado, dijo el día de la inauguración de este museo urbano:
“No se puede amar lo que no se conoce y tampoco defender lo que no se ama”
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